El hecho de que los fumadores activos perjudican su propia salud y la salud de los demás porque los convierten en fumadores pasivos es bastante conocido. Pero los estudios más nuevos demostraron que hasta «el humo de tercera mano» puede dañar las células de ADN.
El término de humo de tercera mano se creó que en el 2008 cuando se realizaron los primeros estudios que señalaron la influencia dañina de las partículas y gases de cigarrillos que se adhieren en el cabello y ropa o en alfombras, paredes, telas y moviliario. Se quedan pegados ahí incluso cuando hace tiempo que ya no se fuma en dicho lugar.
Se trata de sustancias tóxicas como el formaldehído, benceno, arsénico, plomo y nitrosaminas, las cuales perjudican a todos pero sobre todo a los niños y más a los que aún no habían nacido. Dañan el desarrollo de los pulmones, aumentan el riesgo de formación de asma y sobre todo el plomo daña el desarrollo del cerebro del feto.
Un estudio publicado en la revista Mutagenesis demostró que hasta el fumar de tercera mano puede dañar las células. Los científicos introducían láminas de papel en habitaciones llenadas de humo. Así experimentaban con diversas situaciones, por ejemplo una habitación expuso a la lámina al humo y sustancias químicas de 5 cigarrillos durante 20 minutos. Otra exposición correspondía a 258 horas de fumar y 35 horas de ventilar, todo esto durante 196 días, etcétera.
Los resultados señalaron que hubo una concentración más alta de los compuestos tóxicos en los papelitos expuestos al humo «crónico» en comparación con los papelitos expuestos al humo instantáneo. A continuación se juntaron los componentes del papel y las células humanas durante 24 horas. El resultado fue un daño notable del ADN y también daños de la cadena que transporta nuestros genes.
La conclusión de este estudio enseña por primera vez que junto con el fumar activa y pasivamente, el fumar de tercera mano tiene influencia genotóxica en las células humanas. Y este tipo genotoxicidad es por desgracia un factor muy conocido en la formación de cáncer y otras muchas enfermedades.
Los resultados son por tanto un argumento grave para limitar radicalmente el poder fumar en los sitios públicos. No debería ni caber la posibilidad de fumar en lugares donde se encuentran mujeres embarazadas, niños o enfermos. También los padres deberían concienciarse y pensar como perjudican a sus hijos cuando fuman en casa o dejan que alguien fume, ya que hasta de esta forma se daña la salud de los niños sanos.
Ahora sí que ya no vale nada el típico argumento de los fumadores de «soy libre y puedo hacer lo me plazca«, ya que joden la salud a los demás no sólo fumando, sino que también al haber estado fumando en los sitios públicos. Están paseando por ahí con un veneno expandiéndose libremente por ahí y como el gobierno lo considera legal, no pasa nada. Claro, las ganancias que obtiene el gobierno del tabaco hacen que éste cierre con mucho gusto los ojos y no quiera ver que prohibiendo fumar en TODOS los sitios públicos ahorraría mucho dinero en sanidad, ya que no haría falta tratar tantas personas, culpables o inocentes, con cáncer, angina pectoris, niños con asma y muchas otras complicaciones que conlleva el tabaco fumes, no fumes o pases por donde se ha fumado. Y es que así ganan todos, tanto el gobierno, como las empresas farmacéuticas y por supuesto las tabaqueras.
Cada uno es libre, pero su libertad termina allá donde empieza la del otro. No deberíamos olvidarlo y lo correcto sería que cada uno pudiera decidir que va a pasar con su salud, dentro de lo posible por supuesto, no que otros lo decidan por él, ya que están en su derecho de fumar. Si no pueden vivir sin fumar, tienen alternativas como los cigarrillos electrónicos, fumar en su casa o cualquier otra situación en la que no se implique a otras personas en ese momento o que hayan de pasar por ahí, por que es muy bonito fumar en la puerta de un colegio en un banco, pero luego los niños se van a sentar encima de todo ese veneno.