Quizás suene sorprendente pero mucha gente no sabe aceptar un elogio por haber hecho algo bien. A pesar de eso, la manera en la que reaccionamos a las palabras de apreciación dice mucho sobre nuestro carácter.
De eso se daban cuenta ya en la antigua Roma. Según se cuenta, cuando Ovidio, un famoso poeta romano, quería indicar el carácter de una persona nueva en la sociedad, preguntaba: “¿Y cómo acepta los elogios?”.
Todo empieza dando las gracias
Hoy en día, cuando la comunicación envuelve en el diálogo extensas masas de gente, estamos prácticamente todos los días confrontados con los cumplidos. Todo empieza con un simple gracias, lo cual ya siquiera se considera como un elogio y lo consideramos como una frase de conveniencia a la que como mucho murmuramos algo en el sentido de no hay de qué o de nada e intentamos minimizar nuestro merecido.
Pero al mismo tiempo no existe ninguna razón sensata para que cuando nos alaban miremos hacia otro lado, nos sonrojemos o nos escondamos detrás de otros. Y es que las alabanzas son un bien delicado y si no sabemos disfrutarlo, desaparece rápidamente.
Confianza y aprecio de sí mismo
La manera en la que reaccionamos a los elogios tiene estrecha relación con la confianza que (no) tenemos en nosotros mismos. El aprecio de uno mismo está acompañado con la necesidad de ser populares y equilibra la sensación subconsciente que llevamos dentro de que no somos perfectos y no nos merecemos ser amados.
Y por eso las personas con una confianza baja anhelan desesperadamente el reconocimiento, pero en el momento que lo consiguen, no saben cómo comportarse al respecto. Su autocrítica interior sobresalta la capacidad de reconocer sus propias calidades y éxitos que hayan logrado.
La confianza baja roba a la gente energía vital y les debilita en su intento de alcanzar el éxito. Y aún teniendo en cuenta todas las influencias genéticas y tendencias innatas hacia ciertos modelos de comportarse, las personas no nacen con un nivel de confianza estipulado. Es un rasgo del carácter que se obtiene viviendo las experiencias de la vida. Así que podemos quitarnos la costumbre de no confiar en nosotros mismos y sustituirla con una actitud más positiva.
Apreciación interna y externa
Algunos psicólogos afirman que la manera en la que las personas perciben la valoración de sus esfuerzos, indican sus rasgos generales de carácter. Ésos pueden variar entre la evaluación interna y externa.
Los evaluadores internos no dependen demasiado de la respuesta de los demás porque en su interior son conscientes de haber hecho un buen trabajo. Y también son capaces de manifestar su convicción en la forma de presentar los resultados de su esfuerzo.
Si realmente creen en el éxito de su obra, les basta para subirse la confianza y los elogios que reciben de los demás son algo extra que no hacía falta. Pero en el caso de no estar contentos con el resultado, nada es capaz de convencerlos sobre lo contrario.
En el lado opuesto están los evaluadores externos, los cuales dependen de las alabanzas como si fuera una droga. El elogio les demuestra que han realizado un buen trabajo. Sin obtenerlo se sienten como un pez fuera de agua. Y según ellos, la falta de la apreciación merecida es una injusticia y veredicto de que su labor no ha valido para nada.
No tener miedo de los elogios
Sin embargo ambos necesitan tener la sensación de ser útiles al nivel social. Y aunque la medida de su dependencia en los elogios sea diferente, les demuestran que los demás los valoran. Es necesario saber tanto dar como recibir un aprecio sincero.
No ahorremos con el elogio donde sea merecido y expresémoslo sinceramente y mirando a los ojos. También hay que ser capaz de aceptarlo igual de sinceramente y demostrar que lo apreciamos. Es innecesario tener vergüenza por ello. No todos los días son una fiesta y el éxito tampoco está garantizado.