Todos quisiéramos tener una figura perfecta sin kilos demás. Algunos la heredan genéticamente de sus padres, otros la consiguen con mucho esfuerzo y también hay tales, que no pueden hacer nada ni con dietas reductoras.
El principio del adelgazamiento lo conocemos todos – si consumimos menos calorías de las que gastamos, el cuerpo empieza a quemar los depósitos de grasa y el peso baja. Pero poner en práctica y alcanzar esta meta suele ser muy complicado y el éxito no está garantizado ni manteniendo una dieta estricta.
Al contrario, en muchas personas la reducción calórica estricta conduce en su consecuencia final hacia el crecimiento del peso. Después de la época de hambre viene la fase de la consumición “normal”, con ella llega el efecto yoyo y los kilos están otra vez donde estaban antes, a menudo incluso más alto.
La filosofía de los delgados
Si una persona realmente quiere adelgazar, no le queda otra. Tiene que cambiar radicalmente sus costumbres y adaptar su estilo de vida.
El secreto de una figura bonita mayormente reside en un control liberal pero constante de las costumbres alimentarias. Mucha gente con un peso normal lo hace automáticamente sin tener que pensar en ello todo el tiempo.
No se trata de vigilarse constantemente y alimentarse dependiendo de si ahora estamos en fase de dietas y hambre o, al revés de comer en exceso. Lo esencial es encontrar el compromiso para poder mantenerlo cada día sin problemas y aprender a pensar y comer sano y con sensatez. Si con el cambio de costumbres logramos consumir de 200 a 400 calorías menos, aunque sea una cantidad que casi no notaremos, con el tiempo veremos que el peso ha bajado por sí solo. Casi solo.
Porciones más pequeñas y premios
Al principio es importante poner las reglas de manera que el adelgazamiento funcione bien y al mismo tiempo no duele. Para muchos ya es éxito conseguir que no sigan subiendo de peso.
No permitamos que nuestras porciones crezcan. Ni aquellos, sobre los que pensamos que están delgados por naturaleza, en realidad comen tanto cómo quisieran. Normalmente se pesan con regularidad y si engordan, reducen las porciones de comida.
Pero esto no quiere decir que tengamos que prohibirnos todo lo que nos gusta. Si empezamos a quitarle demasiado a nuestro estómago, llegará la frustración por la dieta. También el estómago necesita “un premio”. Por eso es mejor no ser tan estricto consigo mismo y a veces pecar un poco. Luego será más fácil el llevar la dieta y estaremos más felices.
Al establecer nuevas reglas es necesario desprenderse de las fórmulas aplicadas. Pero para eso hace falta tiempo. Por eso no tenemos que sentirnos culpables y sembrar el pánico enseguida cada vez que hagamos un error o cuando los kilos no bajan tan rápido como nos gustaría.
Ayudará la carne y productos lácteos
Para que el paso hacia las costumbres alimentarias y el estilo de vida nuevos sea lo más fácil posible, es bueno conocer un par de “apaños” que simplifican la tarea.
Uno de ellos es el efecto de las proteínas. Las mejores fuentes de ellas son las aves, pescados, leche, tofu y huevos. Su ventaja consiste en que son capaces de saciar más que las grasas y los carbohidratos y aumentan nuestro gasto energético. Si uno quiere bajar algunos kilitos de más, lo ideal es omitir las guarniciones y enriquecer el menú con buena carne y verdura. No deberíamos olvidarnos ni de los productos lácteos.
Los glicomacropéptidos son sustancias contenidas en la leche. Es muy probable que sirvan para impedir naturalmente la sensación de hambre. Algunos estudios enseñan que las personas que consumen leche, quesos y yogures con regularidad, están más esbeltas. Este hecho está casi seguro relacionado con el contenido de calcio. Éste fomenta la regulación de peso reduciendo la absorción de grasa en los intestinos y ayudando al organismo a quemar la grasa depositada.
Cuidado con la compra
Con el cambio del estilo de vida está relacionado también el arte de saber comprar los alimentos correctos. La mayoría de los supermercados intentan vender a sus clientes el máximo de alimentos y usan muchos trucos de marketing para “meterles los productos al carrito”.
Hay muchos métodos, por ejemplo: los carritos grandes de compra disminuyen ópticamente su contenido, los productos están colocados en las estanterías de manera que justo a la altura de los ojos tengamos los productos que no nos interesarían mucho por su precio o calidad, la dirección de compra hace que visitemos pasillos con productos que realmente no necesitamos pero cuando los vemos, los compramos, etc.
Al comprar nos regimos por nuestros sentimientos. Los fabricantes y vendedores lo saben y por eso hacen estudios especiales del cerebro humano y usan los nuevos conocimientos científicos para hacernos comprar.
¿Cómo impedirlo? Una de las opciones es hacernos lista de la compra. Otra regla debería consistir en estudiar bien las etiquetas de los alimentos y averiguar de qué ingredientes han sido preparados. Por lo general, el primer ingrediente que está indicado en la etiqueta es aquél, que más presente está en el alimento y al final están los que menos. Si las primeras posiciones están ocupadas por grasas y azúcares, dicho producto no es muy dietético.
Reglas que pueden ayudar
- No es conveniente ir a un restaurante demasiado hambriento y con un estómago totalmente vacío. Eso nos obligará a elegir comidas altamente calóricas. Si vamos a ir a un restaurante y tenemos mucha hambre, podemos engañar un poco el estómago con un trozo de pan integral. Así nos pensaremos mejor la elección del plato.
- ¡Cuidado con el alcohol! Consumiéndolo se engorda bastante. Si lo bebemos, deberíamos tomar también agua pura.
- Al elegir comida en un restaurante, es conveniente preguntarle al camarero de qué manera se prepara el plato. Con esta información es más fácil averiguar si dicha comida es o no es baja en calorías.
- ¿Os gustan las sopas? Es un buen camino para adelgazar. Las sopas sacian y tienen pocas calorías. Pero esto vale sólo con los caldos y purés, no con las cremas.
- Cuando nos apetezca algo dulce después de comer, lo mejor es pillar un trozo de un buen chocolate negro.
- Al seleccionar los alimentos no hagamos mucho caso a los anuncios. Las campañas publicitarias atacan a nuestros sentimientos y conducen hacia la compra de productos que nos deberían inducir la sensación de felicidad y bienestar. Pero justamente los productos ofrecidos en estos anuncios suelen ser bombas calóricas.