¿Son las grasas realmente tan dañinas como pensábamos hasta ahora? Los partidarios de la dieta alta en grasas no lo creen. Según ellos son inocentes y los años de su abnegación no nos han servido para nada. Al revés, con el consumo de grasas protegemos nuestro sistema vascular y hasta adelgazamos. Entonces, ¿cuál es la verdad?
Estudio erróneo
Todo sobre lo dañinas que son las grasas comenzó con el estudio del año 1970. Éste señaló en la relación entre la aparición elevada de enfermedades cardiovasculares y cantidad de colesterol en sangre, cuyo nivel atribuían a la cantidad obtenida de la alimentación.
En base a esta información se recomendaba reducir el consumo diario de grasas en la alimentación en el máximo de 30 %. Y la gente se tomó este consejo en serio, los alimentos light inundaron los estantes de las tiendas y hoy en día hasta los niños en la guardería saben que las grasas son malas.
Sin embargo, aún consumiendo menos grasas, la cantidad de las enfermedades cardiovasculares en la población sigue sin cambios relevantes. Así que los científicos decidieron investigar el fenómeno por segunda vez.
Azúcar, el gran culpable
Las investigaciones recientes desmienten la afirmación originaria sobre el perjuicio de las grasas y al contrario sostienen que su consumo protege nuestros vasos sanguíneos con la formación del colesterol “bueno”, y es que la ingesta de las grasas saturadas en la alimentación eleva levemente el nivel total de colesterol en sangre pero no aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
¿Entonces qué es lo que causa esa expansión considerable de estas enfermedades en los países desarrollados? Los científicos señalan los azúcares. Justamente éstos son, según ellos, responsables de la epidemia de ateroesclerosis y las enfermedades derivadas.
La sustitución de grasas por carbohidratos, en especial por los del índice glucémico alto (no se trata solamente de dulces y miel, sino que también patatas o copos de maíz para desayunar), conduce hacia la aparición más frecuente de enfermedades vasculares e infartos. Así que si queremos reducir el riesgo de las enfermedades cardiovasculares, deberíamos bajar al mínimo el consumo de patatas, pan, bollería, pasta y dulces. De esta manera protegeremos nuestros vasos sanguíneos mejor que con nata light.
Energía y vitaminas
La grasa es la fuente de energía más efectiva que tiene nuestro cuerpo. La aprovechamos en todas las tareas que nos pueden esperar cada día – caminar, trabajar, correr, practicar turismo de montaña, etc. A los azúcares les toca sólo con ejercicio intenso, entrenamiento o sprint. Por lo tanto realmente no necesitamos los azúcares para la vida corriente.
Hasta el cerebro que aprovecha la energía de la glucosa es capaz de “cambiar el chip” y coger parte de la energía de las cetonas, moléculas obtenidas de los ácidos grasos. Por tanto, si en la sangre no hay bastante glucosa, no significa que el cerebro dejará de funcionar. Lo mejor es que con la combinación glucosa + cetonas trabaja más eficazmente que sólo con glucosa.
Además, las grasas son ricas en vitaminas:
- Vitamina E, un antioxidante esencial
- Vitamina K2, importante para la prevención de cáncer
- Vitamina D, necesarias para la salud de huesos y dientes
- También son imprescindibles para disolver las vitaminas A, D, E y K solubles en sangre
Carbohidratos vs grasas
Con un consumo excesivo de azúcares/carbohidratos ofrecemos al organismo una fuente muy fácil de energía, el cuerpo se vuelve vago y guarda la energía de las grasas para tiempos peores. Por eso engordamos.
Encima los carbohidratos incitan a comer más cantidad que las grasas. Muchas veces somos capaces de devorar una barra de pan o un bol lleno de pasta pero la sensación de hambre no cesa. Si ingeriríamos la misma cantidad de calorías en grasas y proteínas, hace tiempo que estaríamos saciados. Gracias a eso la energía de las grasas es al final menor y logramos quemarla con actividades diarias corrientes. Si encima empezamos a hacer algo de ejercicio, no tardaremos mucho en empezar a adelgazar.
El polémico Atkins
Con un concepto parecido vino hace años el doctor Atkins y su dieta milagrosa, donde se puede comer casi cualquier cosa y aun así se adelgaza. La dieta está basada en alto consumo de proteínas y grasas y un consumo mínimo de azúcares.
Aunque la dieta cumplía con su objetivo, los médicos consideraban muy polémica su recomendación y se preocupaban por la salud de los pacientes que se sometían a ella. Los resultados de hoy hablan más bien a su favor.
Aun así deberíamos darnos cuenta de que no existe una dieta ideal que fuera perfecta para todos. Siempre hay que sopesar nuestros propios riesgos de salud. Las recomendaciones alimentarias cambian a menudo, por tanto lo mejor es fiarse del sentido común, no exagerar con nada, no comer en exceso y hacer algo de ejercicio.